top of page

Emigrar al otro lado del miedo

Actualizado: 26 oct


Emigrar al otro lado del miedo: Audio

Del Atlántico al Mediterráneo, miles de argentinos reescriben su vida lejos de la tierra que los vio nacer con la incertidumbre de empezar algo nuevo y descubren que construir arraigo puede ser tan difícil como dejar el lugar del que partieron.


En los últimos años, miles de argentinos eligieron la Costa del Sol buscando seguridad, estabilidad y un nuevo comienzo. Pero detrás de los papeles, los trámites y los empleos, la verdadera frontera parece ser otra: la emocional. Esta investigación parte de una hipótesis sencilla —y comprobable en cada historia—: no todos los que emigran logran irse, porque el cambio más difícil no es de país, sino de vida.


Hasta acá

Desde el balcón de su departamento en Fuengirola, Federico mira el Mediterráneo con la serenidad de quien alguna vez apostó todo. Recuerda aquel día en Mar del Plata en que, al llegar a su casa, se encontró con ladrones dentro. En un impulso los persiguió por la calle, sin alcanzarlos. En esos segundos —entre el miedo y la adrenalina— pensó que podía matarlos o que ellos podían matarlo a él. Y comprendió que había cruzado un límite: vivir así ya no era vida.


Esa noche, sentado junto a Guillermina y mirando a sus hijos dormir, entendieron que no los habían traído al mundo para vivir con miedo. No era solo el robo ni el susto: era la evidencia de que la violencia se había vuelto parte del paisaje. Odontólogos con años de trabajo, casa propia y una trayectoria sólida, sintieron que el país les pedía acostumbrarse al peligro. Y decidieron no hacerlo.


No fue una decisión impulsiva. Federico contaba con ciudadanía italiana, un plan minucioso y la conciencia de que no se trataba de huir, sino de cambiar de un modo de vivir. Hoy trabaja como personal de mantenimiento en un hotel en Málaga, mientras Guillermina lo hace como auxiliar de dentista. Dejó atrás su profesión, pero no su vocación de armar futuro. Resume su vida en una frase:


“Llega un momento en que normalizás vivir con miedo, y así no vale la pena tener nada, porque en cualquier momento lo perdés. Al venir acá, descubrís cómo se puede vivir distinto.”


Federico, familia y sus actividades deportivas


Federico forma parte de los 415.987 argentinos residentes en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2024). Solo en la provincia de Málaga viven 33.802,  (Wikipedia)lo que la ubica —junto con Madrid y Barcelona— entre las tres regiones con mayor presencia argentina. En 1998 eran apenas 22.000. En veintiséis años, la comunidad creció dieciocho veces, impulsada por las crisis y la sensación de agotamiento que, como a Federico, empujó a miles a buscar una vida sin miedo del otro lado del mar.


Argentinos en España
Argentinos en España

España y su laberinto.

La Costa del Sol se ha convertido en el nuevo punto de llegada. El idioma, el clima y la presencia de compatriotas ofrecen una sensación de familiaridad, pero instalarse es un rompecabezas legal.


Sin empadronamiento no hay alquiler, sin alquiler no hay NIE (Número de Identificación de Extranjero) y sin NIE no hay trabajo. Un círculo cerrado que los migrantes llaman —no sin ironía— “el juego de ponerle la cola al gato”.


Detrás de cada historia hay una red institucional que define el éxito o el fracaso. El padrón municipal —dependiente de cada ayuntamiento— es el primer paso para acceder a salud y educación. Luego, la Policía Nacional en su división de Extranjería, gestiona el NIE, imprescindible para trabajar legalmente. La Seguridad Social regula las altas laborales y la sanidad pública. Es un laberinto que cada recién llegado debe aprender a atravesar.


Federico logró romperlo gracias a su doble nacionalidad, pero también al apoyo de un amigo. Llegó solo, se empadronó en el domicilio de un marplatense quien lo acogió por un tiempo. Luego alquiló una habitación para vivir, y consiguió trabajo en una empresa de residuos. Con eso, obtuvo seguridad social y salud pública. En pocos meses pudo alquilar un piso y traer a su familia. Pero no todos logran lo mismo: para muchos, ese círculo se vuelve un laberinto burocrático sin salida.


Para acceder al NIE hay cuatro caminos posibles con ciudadanía comunitaria: contrato laboral, registro como autónomo, inscripción como estudiante o prueba de medios económicos (7.000 euros por persona depositados en una cuenta bancaria) junto con un seguro médico privado. Todo requiere cita previa, formularios, pago de tasas y paciencia infinita. (Como obtener un NIE)


El juego de ponerle la cola al gato - La legalidad en España
El juego de ponerle la cola al gato - La legalidad en España

El segundo obstáculo es el alquiler. Sin recibos de sueldo ni contrato, los propietarios piden garantías: avales, extractos bancarios o adelantos de seis a doce meses. Y muchos ni siquiera permiten empadronarse en ese domicilio, (como es el caso de alquiler de habitaciones), lo que lo hace inútil para el acceso a salud, educación y residencia. Por eso, para muchos argentinos la legalidad solo llega por dos vías: tener ciudadanía europea con un apoyo local o para el caso de quienes entren con pasaporte argentino con una visa turística de 90 días, conseguir un contrato para una tarea que un español no pueda cubrir. (Como alquilar un piso en España siendo Extranjero)


Carolina: la que rompió el círculo con su voz

Carolina tenía 19 años cuando llegó a España. Graduada del Polivalente de Arte de Mar del Plata, había conocido a un español en el Torreón del Monje. Fue el amor lo que la impulsó a cruzar el océano para resistirse al adiós. Recién llegada, sin ciudadanía europea y sin planes claros, solo sabía una cosa: no quería depender de él. Buscó trabajo y lo encontró en una compañía de zarzuela de Cádiz, cuyos dueños la alojaron en su casa. Aprendió canciones en tiempo récord y se enfrentó al muro de la legalidad.


Entonces ocurrió algo inesperado. El director de la compañía, al notar que Carolina era cantante de tango —un talento que ningún español podía reemplazar—, halló la vía legal para contratarla. Ese contrato artístico se convirtió en su permiso de residencia y trabajo.


“No fue suerte —dice hoy Carolina, quien se confiesa hija de Dios y creyente—. Dios me puso donde tenía que estar. Solo me abrí a lo que Él hace para allanarnos el camino.”


Ese amor no prosperó, pero veinte años después, con un hijo y una vida hecha entre Cádiz, Córdoba y Benalmádena, mira hacia atrás con gratitud. Su talento fue su pasaporte. Carolina demuestra que, a veces, la legalidad no se busca: se encuentra.


Carolina un talento que abre puertas


Marco y Melinda: El arte de domar la tempestad.

Para Marco y Melinda, la decisión de emigrar no nació del miedo, sino del cansancio. En Rosario trabajaban catorce horas diarias y aun así no alcanzaba. “Vivíamos para trabajar —dice Melinda— y eso también era una forma de no vivir.”


A los 30 años, Marco había conocido por primera vez a su padre biológico, y con él descubrió que tenía dos hermanos, uno que trabajaba en Canadá con residencia en Málaga y otro hermano en Miami. Durante la pandemia, su padre murió por COVID y aquel golpe se transformó en un punto de quiebre. Su hermano desde Canadá lo animó a moverse: “Vení, acá te esperamos. Mi mujer y mis hijos están en Málaga, te pueden recibir.”


Durante tres meses vivieron con su cuñada, que los guió en los primeros trámites. Pero las tensiones familiares los obligaron a buscar su propio techo. Después de veintitrés visitas frustradas, un propietario argentino les alquiló sin pedir avales, aunque debieron adelantar todos sus ahorros. “Ahí empezó nuestra vida”, dice Melinda.


Marco, con ciudadanía italiana, con el empadronamiento y un trabajo, consiguió su residencia. Se habían casado legalmente en Argentina antes de viajar para que Melinda pueda tramitar su residencia como esposa de un comunitario. Su plazo vencía en tres meses. “Saqué mis papeles tres días antes de que se me terminara el tiempo.” Hoy él trabaja en una empresa de alquiler de autos y ella, en la cocina de un hotel de tres estrellas.


“Emigrar es entrenar el alma —dice Marco—. Tenés que soltar todo lo que conocés y aprender a vivir de nuevo.”


Su historia resume a muchos argentinos en la Costa del Sol: no emigran por hambre, sino por agotamiento moral. Buscan menos fortuna y más sosiego.

 

 Marco y Melinda soltaron y encontraron algo nuevo

 

Cuando el sueño se apaga

No todos lo logran. Según el estudio Emigración de argentinos a España y retorno. ¿Un pasaje de ida y vuelta? (Cerrutti, Ameijeiras, & Maguid, 2022 Conicet – UNLPam), cerca de uno de cada cuatro argentinos que llega sin ciudadanía europea retorna antes de cumplir cinco años. Las causas se repiten: empleos precarios, alquileres imposibles, burocracia interminable y soledad emocional.


El informe advierte, sin embargo, que los retornos no siempre implican un fracaso. Muchos migrantes modifican sus planes iniciales: quienes habían imaginado una estadía corta terminan quedándose años, y quienes soñaban con una residencia permanente vuelven antes de lo previsto. Esa diferencia entre los planes y las trayectorias reales muestra cómo las decisiones migratorias suelen transformarse con el tiempo.


Varios entrevistados hablan de una “vida suspendida”: ni integrados en España ni capaces de reinsertarse en Argentina. El regreso, entonces, no siempre es una elección, sino una retirada. La otra cara del éxodo es la del retorno desordenado, sin ahorros y con sensación de derrota.


Sasha: vivir sin papeles

Sasha representa el límite del sistema. Llegó a Málaga hace cuatro años con visa de turista y nunca logró regularizarse. Sin NIE ni contrato, sobrevive en trabajos informales y habitaciones compartidas. Cada control policial puede significar una deportación.


Según El Confidencial (ACyV, 2024), quienes viven sin papeles afrontan jornadas laborales más largas, salarios por debajo del mínimo y la imposibilidad de denunciar abusos. Muchos evitan hospitales por miedo a ser identificados, y carecen de acceso estable a vivienda o educación. (TikTok)


“Uno no duerme tranquilo —dice—, no por el ruido, sino por miedo.”


Su historia desnuda la fragilidad de quienes viven al margen de la ley: sin documentación no hay acceso a salud, educación ni vivienda. Es la frontera invisible de la nueva migración argentina: la de los que existen, pero no figuran.


Sasha y vivir sin papeles en España
Sasha y vivir sin papeles en España

El precio del arraigo.

Según datos del INE (2024) y del Barómetro del Turismo de la Costa del Sol (Diputación de Málaga, 2025), la hostelería y los servicios turísticos concentran una parte importante del empleo en la provincia, sostenida en gran medida por trabajadores extranjeros.


Muchos argentinos se insertan en ese sector, donde la estabilidad es frágil y los salarios apenas alcanzan para cubrir el alquiler, que ronda los 1.200 euros mensuales. (Fotocasa)


La deuda emocional también pesa. Como señala Cassain (2022) en Memorias de las crisis en la experiencia transnacional, los migrantes argentinos suelen vivir una tensión constante entre la mejora material y la pérdida afectiva: logran mayor bienestar, pero a costa de la distancia, el desarraigo y la sensación de no pertenecer ya a ningún lugar.


Todos los protagonistas encontraron la legalidad a través de redes de apoyo: un amigo, un pariente, alguien que los acogió.


Ese juego, el de “ponerle la cola al gato”, se convierte en el punto en común: la creatividad frente a la rigidez administrativa. La ley española contempla vías alternativas —arraigo laboral, social o familiar—, pero acceder a ellas requiere tiempo, dinero y contactos.

 

Lo que enseña el quedarse

Cada historia deja una enseñanza distinta sobre lo que significa empezar de nuevo lejos de casa.


Federico aconseja planificar, ahorrar y venir legalmente, pero también aterrizar las expectativas: “Europa no es un milagro —dice—. Es un sistema que premia al que entiende las reglas.” Agrega que muchos fracasan porque llegan con ilusiones desmedidas o sin disposición a empezar de cero. Él mismo, odontólogo, dejó atrás su profesión para trabajar en mantenimiento. “Hay que entender que uno está en la casa del vecino —dice—, y que las reglas no las pone uno. Si venís creyendo que todo te lo deben, te vas a amargar. Adaptarse también es aprender humildad.”


Carolina habla de la paciencia y de no aceptar la precariedad como destino: “Hay que insistir, aprender cómo funciona todo, pero también saber qué tenés para ofrecer.”


Marco y Melinda recomiendan no idealizar la partida. Para ellos, emigrar exige una madurez emocional que solo se aprende en el camino: entender que hay cosas que se dejan atrás para poder avanzar: “Tuvimos que soltar mucho —dice Marco—, trabajos, rutinas, afectos. Al principio duele, pero después entendés que soltar también es crecer.”


Florencia Arcidiácono, emigró con sus padres a España durante la crisis del 2001. Creció allí, entre la adaptación y el desarraigo, hasta que años después decidió regresar a la Argentina. Tras la muerte de su padre, volvió a España junto a su hijo, buscando reconstruir una vida que ya conocía y que, al mismo tiempo, era nueva. Desde esa doble experiencia, resume el aprendizaje desde otra perspectiva. Dice que emigrar no se trata solo de cambiar de lugar, sino de aprender a habitar la distancia. Aconseja planificar, pero también aceptar que la estabilidad emocional no llega con los papeles, sino con el tiempo y con los vínculos que se construyen. En su experiencia, “el arraigo lleva tiempo: se avanza, se retrocede y, sobre todo, sentirse en casa es un proceso, no un punto de llegada”. (El refugio latino)

 

Florencia Arcidiacono entre Argentina y España
Florencia Arcidiacono entre Argentina y España

Las dos orillas.

Entre dos mares —el Atlántico que dejaron y el Mediterráneo que los recibe—, los argentinos descubren que la distancia no alcanza para sanar lo que dejaron atrás.


España ofrece la calma del orden, pero también el desafío del desarraigo. Y, en el fondo, más allá de los papeles o las fronteras, el trauma del cambio sería el mismo si el destino fuera otro punto del mapa —incluso dentro del propio país—, porque lo que se mueve no es el cuerpo, sino la vida entera.


El viaje no termina con los documentos en regla, sino cuando se logra habitar el nuevo lugar sin perder el propio: sin renunciar a la voz, a la comida, a los gestos y a la historia que uno trae en la piel. Porque pertenecer no es dejar de ser, sino llevarse a uno mismo a otra parte.

 

Quizá la verdadera libertad no sea cruzar el océano, sino atreverse a reconciliar las dos orillas que cada uno lleva dentro.


Sanar - Jorge Drexler

Fuentes:


3 comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
Invitado
25 oct
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

Muuuuuy buen relato, de alguna manera nos representa a todos los q hemos emigrado...muy bien relatado y muy interesantes las historias....

Me gusta

Nelly
20 oct
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

Soy madre argentina de hijos profesionales , uno por su profesión, estuvo trabajando en los dos continentes, América y Europa, con pasaporte argentino e italiano, y con contratos pertinentes, no sufrió por supuesto los vaivenes de estar en situación marginal, solo dejando a su flia. en Argentina, sus hijos creciendo , educando ,dentro del ceno familiar completo , . .abuelos, tíos, primos y su padre viajando cada cierto tiempo, el otro ya tenía alma nomade, primero viajó y trabajo en distintas provincias argentinas, luego x amistad viajo a Brasil, allí estuvo como tres años, trabajando y conociendo, hasta que un día x amistades fue invitado a conocer entonces Holanda, trabajo en distintas actividades, con pasaporte argentino, pero bajo la responsabilid…

Me gusta

Diego G
20 oct
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

Para alguien que se prepara a emigrar (otra vez) creo que es un excelente punto de partida el escuchar distintas opiniones y experiencias como las que retrata el artículo.

Me gusta
  • Spotify
  • alt.text.label.Twitter
  • alt.text.label.Instagram
  • alt.text.label.Facebook
  • Soundcloud
  • Youtube

©2023 par Des sons de la liberté. Explore global freedom insights, political event analysis, and human challenges.

bottom of page